Los coronavirus pertenecen a una familia de virus que pueden causar enfermedades tanto en animales como en seres humanos. En humanos, se sabe que varios coronavirus causan infecciones respiratorias, que pueden ir desde un resfriado común, hasta enfermedades de mayor gravedad como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS), o el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS).

El COVID-19 es una enfermedad infecciosa causada por el coronavirus que se ha descubierto más recientemente (Fuente: OMS – Diciembre 2019).

Las infecciones ocasionadas por los coronavirus (CoV) son historias bastante conocidas por los veterinarios, debido a que afectan a un gran número de animales silvestres y domésticos. En ellos producen problemas intestinales o respiratorios, ocasionalmente complicaciones nerviosas en cerdos (encefalomielitis), renales, y reproductivos en aves domésticas.

El SARS-CoV-2 causante de la pandemia COVID-19 es un Beta coronavirus, esto quiere decir, que estructuralmente es muy similar a un miembro del género Gamma coronavirus que produce la enfermedad de la Bronquitis Infecciosa en aves domésticas. Dicha enfermedad ocasiona grandes pérdidas económicas en la industria avícola a nivel mundial, no obstante, no infecta al hombre, pero, de manera similar al SARS-CoV-2, es altamente contagiosa.

El ingreso a una granja avícola del virus de la bronquitis infecciosa (IBV), puede diseminarse rápidamente y afectar a toda la población de aves. Frenar su impacto requiere de un diagnóstico rápido (máximo 24 horas por pruebas moleculares) para adoptar inmediatamente estrictas medidas de bioseguridad, algunas simples y otras de muy compleja implementación.

Estas medidas consisten principalmente en la limpieza y desinfección a todo vehículo y cada trabajador que ingresa a la granja, utilizando desinfectantes adecuados y seguros. Algunas granjas emplean “túneles o arcos” para desinfectar vehículos y personas, empleando productos biodegradables que no dañan las mucosas.

En granjas de aves también se adoptan medidas de separación (manejo de comportamiento), pues nunca se mezclan aves de diferentes edades en un mismo galpón (casa), practicando la política de “yo me quedo en mi galpón”. Asimismo, se practica la limpieza y desinfección minuciosa de los galpones, del equipamiento utilizado para alimentar a los animales, y se eliminan continua y periódicamente los desechos. Al ingresar a granja, los operarios se duchan y dejan sus prendas personales en lugares exclusivos, cambiando a uniformes protectores únicos destinados para cada galpón.

Todos los veterinarios y productores avícolas han internalizado la necesidad de mantener estrictas medidas de bioseguridad de granja, como las señaladas, evitando la entrada de nuevas aves bajo el concepto ¨todo entra y todo sale” (en otras palabras, cerrar fronteras), y luego empleando constantemente pruebas diagnósticas en muestras representativas de la población de aves, con atención constante a posibles casos clínicos.
En caso de brotes, se interviene y monitorea regularmente para conocer si la intervención funciona, o en caso contrario, enmendarla.

El permanente seguimiento permite, además, la identificación de las posibles variantes virales que circulan en la granja, y de esta manera, facilita diseñar y mejorar las estrategias de control.

Una medida importante de bioseguridad en las explotaciones avícolas es la constante capacitación en la higiene integral (procedimientos diseñados por cada empresa), ya sea el lavado de manos, colocarse calzado limpio y exclusivo antes de ingresar a las granjas, e inclusive usar antisépticos bucales, como se practica en granjas de reproductoras pesadas y abuelos de pollos de engorde, uso de gorros para reducir el riesgo de transportar el virus en el cabello, entre otros protocolos.

Las lecciones aprendidas por los avicultores al confrontar el CoV en granjas son muy útiles para el desafío del COVID-19 en humanos, ya que aporta experiencia en el correcto empleo de medidas de bioseguridad, muchas de las cuales serán fundamentales aplicarlas en el día a día ante el reto del COVID-19, en donde es de vital importancia la limpieza y desinfección
de las superficies y ambientes de todas las áreas donde transitan y/o conviven los seres humanos, así como el cambio de ropa, bañarse, y el lavado constante de las manos.

Se sabe que la conglomeración cotidiana y el compartir ambientes facilitan la transmisión del SARS-CoV-2 en seres humanos debido al contacto directo, o a través de fómites, por lo que los procedimientos de limpieza y desinfección adecuada, y separación social, aseguran la salubridad, y disminuyen el impacto en la salud pública. Asimismo, el uso de un adecuado desinfectante es básico para controlar los diferentes patógenos, sean estos el virus COVID-19, que nos preocupa, como también bacterias u hongos.
El retornar del centro de labores y abrazar a sus miembros de la familia antes de darse un baño, lavarse las manos, e incluso darse un beso, será parte del pasado, ya que aumentará el riesgo de poder transmitir el COVID-19 a nuestros seres queridos. El vivir agitado con el día a día no nos ha dado tiempo de pensar en la importancia de la higiene.

Esta pandemia Covid-19 nos obliga a seguir estrictas medidas de bioseguridad, similares a las que las explotaciones avícolas han venido usando por años. Por ello, en términos de bioseguridad, se puede reseñar lo siguiente: “hagamos de nuestra casa un galpón y de nuestro pueblo una granja”.

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